Doce razones para no utilizar el castigo fisico al educar
Desde Psicólogo Arabial, como psicologo forense Granada, compartiremos con vosotros una seria de artículos mensuales un poco más extensos de lo normal donde os contaremos un poco más en profundidad aspectos a tener en la psicología.
En este primer post vamos a tratar sobre las razones de no utilizar el castigo físico al educar:
Primera reflexión:
Imagínense que un hombre de mediana edad manifestara lo siguiente: “por una bofetada a una mujer, si se lo merece, no pasa nada; si es por su bien, está bien dada”. ¿Qué están pensando tras leer la frase? Seguramente que este hombre es un machista y un maltratador, que ese comentario es indignante. Estoy totalmente de acuerdo con que es una conducta reprochable.
Pero ahora vamos a cambiar alguna palabra de la anterior frase y veamos lo que dice otra persona de mediana edad: “por una bofetada a un niño, si se lo merece, no pasa nada; si es por su bien, está bien dada”. ¿Qué están pensando? Muchas personas de nuestra sociedad, presuntos “expertos”, tertulianos de televisión, padres de familia… compartirían esta opinión. ¿Pero acaso no es una misma forma de maltrato que la de la mujer?, ¿no se trata de usar la violencia contra otra persona por muy insignificante que sea la agresión? Lo que ocurre es que desde hace unos años afortunadamente hay mayor conciencia de maltrato hacia la mujer y, sin embargo, todavía no hay tanta conciencia de estas prácticas inadecuadas hacia los menores.
Segunda reflexión:
Haga un esfuerzo de pensar durante unos instantes en su infancia y adolescencia. Puede ser que alguna vez, o más de una vez, algún adulto que ejerciera autoridad sobre usted (padres, tíos, abuelos, profesores…) le hayan dado algún guantazo, con la mano, la correa o la zapatilla en las nalgas, un fuerte tirón de pelos, un zarandeo, etc. Posiblemente, si ocurrió se estará acordando. ¿Por qué no se ha olvidado de ello? Sencillamente porque no se suelen olvidar las agresiones que recibimos. Puede que nos agrediera una persona que nos quería mucho y lo hiciera con el mejor de los objetivos, ¡pero no se nos ha olvidado! La reflexión es: ¿merece la pena utilizar un método para educar que se queda tan peligrosamente gravado en nuestra memoria?
- El castigo físico indica al menor lo que ha hecho mal o no ha hecho bien, pero no enseña la alternativa correcta. Por ejemplo, si un menor coge el tenedor de forma incorrecta y el padre, tras insistir varias veces en que no lo coja así, decide darle un coscorrón, está ensañando a menor que esa no es la forma. Pero ese método no ha mostrado al menor cual es la forma correcta. Si en cambio le explicara como coger el tenedor y utilizara un pequeño halago o premio cuando el menor lo cogiera así, el menor habría aprendido a cogerlo correctamente sin ningún tipo de tensión entre el menor y su padre.
- El castigo físico no suele tener relación de causalidad con la conducta inadecuada de un menor. Si mi niño ha tirado al suelo algo deliberadamente y en ese momento lo zarandeo y le tiro de los pelos le estoy mostrando mi enfado por ello. Pero, ¿qué tiene que ver con lo que ha tirado al suelo? En cambio, si en vez de agredirle lo obligo a recoger lo que ha tirado sí estoy centrándome en la conducta problemática del menor.
- El castigo físico es uno de los métodos que menos enseña. Está contrastado por las investigaciones que hay múltiples métodos de enseñanza más adecuados para trasmitir hábitos, valores, enseñanzas que a través del maltrato.
- La persona aprende del castigo a través del miedo. Cuando se aprende del castigo se hace por temor al castigo. Es decir, existe el riesgo de que aprenda una conducta por temor a recibir un guantazo. Sin embargo, eso no significa que esté de acuerdo con la conducta y que la vea adecuada aunque puede que la haga por miedo a las consecuencias.
- La víctima del castigo asocia el mismo a la persona que lo se lo ha propinado. Igual que tras un accidente grave de tráfico la persona puede sentir ansiedad cuando pasa por la calle donde lo tuvo, un menor comenzará a sentir ansiedad, animadversión, rencor o miedo asociado a la persona que le ha castigado o suele propinárselo.
- El castigo físico suele tener efectos secundarios emocionales para el menor: baja autoestima y problemas emocionales. Y castigos reiterados, resentimiento, hostilidad e inestabilidad emocional. A nadie le gusta que le agredan, sea adulto o menor. Por muy inadecuada que sea mi conducta, no me gustará que me agredan. Una agresión supone para la víctima de la misma un sentimiento de humillación. Normalmente, las personas que han sido víctimas en su infancia de frecuentes agresiones por sus progenitores suelen tener baja autoestima y problemas emocionales. O pueden llegar a ser muy agresivos.
- El castigo físico muchas veces suele hacerse en presencia de otras personas lo que lo hace más humillante todavía. A veces, la madre o padre pega a su hijo delante del otro progenitor, delante de otros hermanos o amigos… Pero tampoco se está justificando que se haga a solas como se puede comprobar por lo dicho hasta ahora.
- El castigo físico es más una necesidad del adulto de “quedarse a gusto” que de educar. Normalmente, cuando un progenitor pega a un hijo lo hace debido al enfado que siente. Por lo tanto, no es una conducta razona sino más bien un impulso emocional o el resultado de no saber qué otro cosa hacer. La persona que agrede muestra pocos recursos educativos.
- Precisamente, porque en el momento del castigo la persona adulta está enfadada puede excederse en la intensidad, la frecuencia e inoportuno del castigo. Numerosas veces los padres que agreden se arrepienten posteriormente de lo que han hecho.
- Existe el riesgo de que la persona que utiliza la agresividad la vuelva a usar. Una bofetada es rápida de dar y puede tener una consecuencia rápida en el menor (dejar de hacer algo molesto, calmar al progenitor…). Aumenta la probabilidad que esa consecuencia rápida facilite que en otro momento se de otro guantazo. Las respuestas agresivas, desgraciadamente, se aprenden con facilidad.
- El castigo físico puede convertirse en un modelo de actuación para el menor. Es una de las razones más importantes. Y es la facilidad con que se aprende la agresividad si resulta efectiva. Los menores aprenden de los modelos que reciben de su entorno. Si a través de un guantazo dejo de hacer una conducta, he aprendido que es efectivo. Aumenta la probabilidad que yo utilice la agresividad también para imponerme sobre alguien. Numerosos padres y madres me comentan que sus hijos les pegan voces e intentan agredirles. Pero la mayoría de ellos ya habían utilizado las voces y las agresiones previamente como método corrector.
- Las agresiones físicas o maltrato pueden producen consecuencias graves a nivel neurológico. Como indica Sanmartín (2004, p. 38): “hoy empezamos a saber que el maltrato infantil puede llevar aparejadas alteraciones en el desarrollo básico de la anatomía y la fisiología cerebral (…). Hay padres u otras personas que agitan fuertemente al niño para hacerlo callar, para castigarlo, etc. El niño zarandeado puede sufrir lesiones cerebrales importantes. El zarandeo puede, por ejemplo, romper las conexiones entre el sistema límbico y la corteza prefrontal, más exactamente las que median entre la amígdala y algunas áreas de la corteza prefrontal, como la orbitofrontal o la ventromedial. Los golpes reiterados en la cabeza del niño pueden causar esa misma ruptura cuya consecuencia principal es que el circuito de la agresividad queda fuera del control que la corteza prefrontal ejerce de forma consciente sobre él. Las emociones se escapan, así, a la regulación que impone la razón”.
El castigo físico tiene numerosas consecuencias contraproducentes. A veces, los padres se encuentran con hijos difíciles o en situaciones en las que no saben actuar, es razonable. Pero merece la pena no utilizar el castigo físico. Quizás, la firmeza al actuar como padres pero sin uso de la agresividad es más eficaz. O más efectivo aún, actuar como modelos adecuados premiando y reforzando las conductas adecuadas. Utilizando el razonamiento, la paciencia y la amabilidad. Sobre todas estas formas de instruir y educar más prácticas y que producen soluciones más eficaces existen multitud de manuales para padres. Les recomiendo que busquen alguno o, en casos que no puedan resolver, busquen ayuda de un profesional.
En Centro de Psicología Arabial estamos a su entera disposición para cualquier consulta que desee realizarnos como profesionales en psicologo forense Granada, no dude en contactar con nosotros y estaremos encantados de atenderle.
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